viernes, 15 de enero de 2010

Rude boy




Rude Boy

Se miró al espejo y esbozó una leve sonrisa, por fin era un auténtico Rude boy, con su sombrero de gangster, un elegante traje de tres botones, sus zapatos lustrados y el detalle del pañuelo en el bolsillo. Volvió a observarse fijamente una y otra vez, bajó la vista hasta llegar a los zapatos más brillantes de la tierra, por supuesto producto de horas y horas de lustrado, mientras Prince Buster sonaba por la pequeña radio de su habitación, el joven veiteañero se preparaba para salir a lucirse con sus amigos.
El sabía que no había que tener mucho dinero para ser un auténtico rude boy, solo bastaba un poco de ingenio y por sobre todas las cosas conciencia del estilo, como siempre le decía su amigo Crisma: "…No basta con sacarle el terno al abuelo, sino que tienes que irradiar aquella elegancia arrogante por todos los poros de tu cuerpo, más allá de los trajes y la gafas obscuras…, es algo de actitud"
Bastó un poco de tiempo, conseguir ropa usada barata y acudir donde la vieja modista del barrio, para que a punta de maquina de coser la transformara en un excelente traje a la medida, una planchada perfecta, tal como tenía que ser. Para tener una camisa y calcetas blancas relucientes bastaba con un poco de cloro en el balde antes de comenzar el viejo friega que friega, los zapatos fueron más difíciles de comprar, pero nada que un trabajador pobre no pudiese ahorrar en un par de meses, de todas maneras ya estaban en sus pies, y que bien se sentía, el detalle del sombrero y las gafas completaba la imagen de Juan, el primer y único Rude boy amante del Ska en su barrio, aquel amado barrio que sin embargo se encontraba atestado de delincuentes de poca monta y drogadictos, "nada de estilo", "nada de rudeza", ningún verdadero maleante como el pensaba cada vez que los veía al pasar.
Guardo su afilada navaja en la elegante cartuchera de cuero dentro de su chaqueta, apagó la radio y al salir le gritó a su novia que no volvería pronto, salió a la calle, y el barrio se sorprendió con aquella vestimenta gangsteril sobre el cuerpo de Juan, aquel joven que se había hecho famoso por ser un violento peleador y un hábil apostador en lo que sea, desde cartas hasta peleas de perros.
Su imagen elegante contrastaba profundamente con la que se vivía en aquel barrio pobre y marginal, los pelusas miraban desde sus esquinas y Juan "el Rudo", caminaba con tal orgullo y prestancia, que nadie se hubiese atrevido a decirle algo, pese a que su estética parecía la de un criminal de los años 50′ en Estados Unidos, más que la de un joven de 19 años, en un barrio marginal de la capital, ahí todos vestían de ropa ancha y desaliñada.
Caminó dando pitadas a su cigarrillo de tabaco, mientras tarareaba un antiguo ritmo de trompetas de Skatalites, se sentía tan bien, que ni el oscuro día de otoño le podrían bajar el animo, al pasar frente a unas muchachas, tomó la punta de su sombrero e hizo un discreto y elegante movimiento de reverencia, ellas rieron, y el siguió sin volver a mirarlas, por muy ridículo que pareciera, a más de alguna le quedaría dando vuelta la imagen de ese chico tan inusual para el barrio.
Al llegar a la Avenida central, Juan se encontró con sus cuatro amigos, Crisma, Pepe y Johan, al verlos se acercaron para darse un fuerte pero distinguido apretón de manos, la pandilla estaba reunida y los primeros vientos de la tarde soplaban en sus cabezas protegidas por los sombreros alones.
"Que extraño grupo de muchachos", pensaba la gente cuando los veía, lo que no sabían era que detrás de aquellos trajes y sombreros se escondían los jóvenes más orgullosos y maquiavélicos de todo el sector.

2 comentarios:

  1. UY KE BUENA REDACCION MI HERMANO BUENA POR ESA!

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  2. zzzzz we muy muy chingon
    somos elegantes somos orgulloos
    y los mas luestres en la vida
    stay stay stay

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